Retrato de cuerpo entero de Isabel II. Sobre fondo neutro de color oscuro, la Reina aparece representada de pie, con el rostro ligeramente ladeado, dirigiendo la mirada hacia la izquierda de la imagen. Luce lujosa tiara, rematada en formas de flor de lis, sujetando el fino velo que le cae por la espalda. Completa la joyería con aderezo de perlas, compuesto por pendientes y collar de doble vuelta, sobre el pecho porta una banda cruzada y diversas condecoraciones, una de ellas prendida en el busto con forma de lazo. De todo el conjunto destaca el imponente vestido de gala, cuya ornamentación está formada por castillos y leones rampantes, alternados entre columnas y orlas vegetales. El traje constituye el contenido simbólico de la fotografía, que sigue la iconografía del retrato pictórico. Una vez fijada en el retrato de Corte de manera oficial para la Reina, en este caso se subraya su papel en el poder al establecer una continuidad con la figura de Isabel la Católica como antecesora de mujer en el trono. Isabel II apoya delicadamente la mano izquierda, sosteniendo un pañuelo y un abanico, sobre el brazo de un sillón que, junto a la alfombra, sirve como única decoración a la composición.
Jean Laurent fue, como reza la firma del reverso, fotógrafo de Su Majestad la Reina. El sello comercial indica una fecha posterior a 1860, momento en que empieza a incluir este título, cuando llevaba cinco años establecido en el estudio de la Carrera de San Jerónimo, 39. Fue uno de los encargados de fijar la imagen de la Reina en el ámbito de la fotografía junto a autores como Clifford o Hebert, retratando asimismo a otros miembros de la Familia Real, así como celebridades de la época, como políticos, artistas y personajes de la literatura y el teatro. Este tipo de imágenes en formato de tarjeta de visita fueron habitualmente coleccionados por la aristocracia y la burguesía, por lo que la Casa Real también utilizó las posibilidades de difusión y propaganda que ofrecía la fotografía.