Aracelí Ávila trabaja en su pequeño taller de madera junto a su hermana; ambas han luchado contra el señalamiento familiar y el de la sociedad, que no consideran que la mujer sea capaz de cortar y cargar tablas. Pero lo más cruel fue que sus padres no le permitieron ser carpintera. Hoy sigue luchando contra las críticas, principalmente las de los hombres del mismo ramo, aunque hay otros que se acercan a aprender nuevas técnicas para pintar la madera. También la gente se acerca por la calidad de su trabajo. Después de vender astillas de ocote, Araceli aprendido a crecer como un encino, para ver sus pequeños frutos en la carpintería.
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