La obra titulada con el número cuatro romano denota el interés que el pintor tuvo por un arte salido del intelecto, opuesto a la representación icónica, para conceder importancia a las relaciones formales y el color. La omisión de un título y la identificación por medio de un número marcan su negativa a toda relación objetual, para dar valor a las tensiones marcadas por planos y líneas y a las vibraciones cromáticas de la serie de barras delimitadas por el blanco de un cuadro que expresa con sutileza poética su esencia vital.