Jill

Frank Stella primero vino a la atención del mundo del arte alrededor de 1960 con una serie de lienzos geométricos austeros conocidos como las pinturas negras. Cuando Stella los expuso por primera vez, fueron recibidos como algo mudo, inerte e incluso nihilista. Las composiciones de estas casi dos docenas de obras se dividen en dos formatos generales: las primeras pinturas son rectilíneas, mientras que las posteriores, como "Jill", se basan en patrones de diamantes. Stella comenzó esta serie trazando líneas con un lápiz y una regla. Las rayas negras se pintaron a mano alzada con esmalte y un cepillo de pintura de dos pulgadas y media de ancho. Las rayas blanquecinas entre el negro son simplemente la lona cruda que respira a través. Con estas obras, Stella apuntaba a rechazar el pasado ya crear algo completamente nuevo. Aunque esta pintura en particular lleva el nombre de una chica que Stella conocía, su composición demuestra su deseo de alejarse de cualquier ilusión representacional, así como el contenido emocional que se encuentra en las obras de la generación anterior de pintores expresionistas abstractos. El objetivo de Stella era tratar las imágenes del trabajo como no más o menos que la suma de sus componentes físicos -en este caso, pintura y lienzo.