Este retrato de Juan Soriano no sólo tipifica la oscura paleta de la pintora a finales de los años treinta, sino que también da cuenta de su amistad con el modelo. Soriano recordó haberla conocido en 1934 en una exposición de su obra en su natal Guadalajara. María Izquierdo, Lola Álvarez Bravo y José Chávez Morado visitaban por casualidad la muestra, Soriano los presentó a su amigo y mentor Chucho Reyes y todos lo persuadieron de trasladarse a la ciudad de México a estudiar y pintar. En una entrevista con la historiadora de arte Elizabeth Ferrer, Soriano mencionó que él y María Izquierdo compraron juntos las pinturas para el retrato, y que admiraba la forma en que ella consiguió atraer la atención hacia el centro del cuadro mediante las brillantes pinceladas rojas de su corbata. Esta obra de Izquierdo captura a Soriano vestido con un elegante traje gris, cruzado, con un pañuelo en el bolsillo y un cigarro en la mano manicura; su mirada soñadora se dirige hacia la distancia. La densa sombra del modelo acentúa la atmósfera de contemplación intimista. Esta imagen de Izquierdo tiene un cercano parecido en atmósfera y pose al retrato del poeta Xavier Villaurrutia realizado por Soriano (1940, Museo Nacional de Arte) y ambos cuadros expresan la sensibilidad refinada de los artistas cercanos al grupo de los Contemporáneos, en fuerte contraste con el ethos prevaleciente del artista-obrero de los muralistas. Esta obra se incluyó en la exposición individual de Izquierdo de retratos y naturalezas muertas llevada a cabo en la Galería de Arte Mexicano en 1939. Izquierdo pintó a varios de sus amigos artistas para esta muestra, incluyendo al poeta Elías Nandino, al dramaturgo Rafael Solana y a la actriz Isabel Corona. Muchos de esos cuadros se han perdido, por lo que este lienzo proporciona importante evidencia de su manejo del retrato en esos años. Terri Geis, Arte Moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.