Durante más de cuarenta años, Sigmar Polke creó una obra muy compleja que dio forma al arte de su época. Con sus pinturas de "puntos" de principios de la década de 1960, creó una imagen nueva y singular del arte alemán, un arte que se había inspirado básicamente en la abstracción gestual durante los años de la posguerra. Durante los años setenta, Polke redujo el ritmo de su producción artística para poder viajar a Afganistán, Brasil, Francia, Pakistán y EE. UU. En estos países, hizo una serie de fotografías y películas que luego incorporaría a sus obras de la década de 1980. Sirviéndose de materiales como tejidos sintéticos transparentes, lacas coloreadas y productos químicos hidrosensibles mezclados con pintura, empezó a saltarse deliberadamente las reglas pictóricas, cuestionando su idoneidad como medios para representar la vida contemporánea.
Un ejemplo de este cuestionamiento lo encontramos en La erección matutina de Kathreiner (Kathreiners Morgenlatte), con su composición estratificada de tejidos e imágenes. La imagen de un insulso interior doméstico aparece puesta sobre muestras de tela estampada e imágenes extraídas de los medios informativos, creando una metáfora formal de la compleja superposición de ideas que encontramos en el estilo posmoderno. Para subrayar su "destrucción" de la pintura de caballete tradicional, Polke parece haber cortado el bastidor de madera en pedazos y cubierto la superficie de la obra con ellos. Al invertir su propio nombre y firmar como "Henri Matisse" en la parte superior derecha de la obra, Polke ironizó sobre la supuesta necesidad de incluir una firma reconocida del período culminante de la modernidad para garantizar la autenticidad y el valor de una obra artística. En La erección matutina de Kathreiner, Polke planteó, a través de la conciliación de una compleja serie de referencias, una crítica de la condición del artista y la imposibilidad de mantener una originalidad sostenida en el arte contemporáneo de finales del siglo XX.