Basada en el evangelio de San Lucas, esta pintura conmemora la fiesta de la Presentación del niño en el templo y de la purificación de María, conmemorada en el cristianismo cada 2 de febrero desde el siglo V. Esta celebración fue acompañada desde el siglo VI con procesiones en las que se llevaban cirios (candelas) encendidos, hecho que le dio el nombre de Candelaria
Representada en varios planos de profundidad, la escena se desarrolla en el interior de un recinto religioso, cuya estructura recuerda la planta y el alzado de una iglesia gótica. En primer plano, casi al centro de la composición, aparece la virgen María que entrega al niño Jesús al anciano Simeón quien, ricamente ataviado como sacerdote judío, lo recibe con un paño blanco entre sus manos. A espaldas de María, vestida con un manto rojo y con un velo blanco en la cabeza, aparece la profetisa Ana, quien atestigua la presentación y consagración del niño Jesús, según el evangelio de Lucas. Dado que este pasaje se lleva a cabo al interior del templo de Jerusalén, el pintor colocó, al fondo de la escena, un altar con un retablo abierto en donde figura Moisés con las tablas de la ley. Asimismo, un personaje masculino en los primeros planos, muestra el decálogo.
La convivencia de soluciones plásticas heredadas de la Baja Edad Media y de innovaciones propias del Renacimiento, permite datar a esta pintura hacia el primer tercio del siglo XVI.
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