Existe una profunda relación entre la naturaleza y nuestros recuerdos más hermosos de la niñez, dado que la memoria auditiva y olfativa son más fuertes que la visual, resulta muy común que al oler la hierba recién cortada o escuchar el ruido del agua corriendo nos trasportan automáticamente a ése pequeño paraíso en algún pueblo pequeño que visitamos en la infancia o quizá a ese parque con majestuosas fuentes y jardines donde solíamos jugar. Se trata de una apuesta sobre la nostalgia de la inocencia que entre chapoteos, juegos y risas nos enseñaron el verdadero valor de la existencia y el respeto a la Tierra así como una invitación a traer de nueva cuenta a nuestros días aquella felicidad que aún se encuentra anclada en la memoria.