Descubierta en 1916, esta pieza fue donada al Museo Arqueológico Nacional en 1922. Su singularidad se manifiesta en la propia escultura, que representa a una diosa entronizada identificada con Astarté, sentada en un trono flanqueado por esfinges que actúan como protectoras. Fue concebida como recipiente ritual de cabeza y busto huecos, para verter aceite perfumado.
Tanto la escultura como el tipo de ceremonia que se desarrollaba con ella tienen un carácter sacro, reforzado por la utilización de aceite perfumado, con el que se uncía al difunto para asegurar su divinización en el Más Allá. Esta costumbre está muy entroncada con Oriente donde se uncían con aceites perfumados las estatuas de los dioses.
Propuestas recientes apuntan la posibilidad de la existencia de un grafito A en la mejilla izquierda, relacionado con el nombre del propietario. Técnicamente está realizada con gran detallismo, labrada por todas sus caras. Estilísticamente se ha emparentado con piezas de marfil del norte de Siria y posiblemente sea obra de un taller sirio-fenicio.