La técnica de las “figuras rojas” surge en Corinto hacia el año 530 a.C. y fue adoptada en Atenas, donde alcanzó un gran desarrollo reemplazando a la decoración de “figuras negras”. En el caso de las “figuras rojas”, el vaso es cubierto con el barniz negro dejando las siluetas u otras formas sin cubrir. Se generan así las imágenes que usan el color propio de la cerámica y que reciben detalles mediante dibujo. Fue tal vez la apariencia natural de esta técnica la que aseguró su éxito
en la que una gran variedad de figuras eran representadas no sólo en silueta sino también en escorzos. Nuestra crátera, que se usaba para vino y agua, presenta una pintura cuyo tema principal lo constituye la escena en el naiskos, édicola o pequeño templete compuesto por dos
columnas que sostienen un frontis triangular, en el que se ve un joven guerrero que sostiene una lanza junto a su ayudante que tiene una espada envainada y un escudo; el yelmo frigio con plumas del soldado se halla en el suelo y del cielorraso cuelga su coraza. El naiskos está flanqueado por figuras de jóvenes sentados y ménades de pie que sostienen un frasco, un escudo, un espejo y una corona. En el reverso del vaso aparecen figuras similares flanqueando una estela cruzada con una banda blanca y negra, una banda de meandros alternados con cruces cuadradas con puntos que rodean el cuerpo bajo las escenas. A la altura de las asas hay dobles palmetas, lenguas en su hombro, cabezas femeninas flanqueadas por flores y zarcillos en el cuello y máscaras femeninas a cada lado de las asas con volutas.