La obra de Frida Kahlo es representativa del arte mexicano a nivel internacional. Su estilo se inserta en la figuración de corte autodidacta con elementos fantásticos, con énfasis en la visión individual de perspectiva biográfica. Su estilo autorreferencial, hoy en día un fenómeno mediático, partió de su desarrollo en el género del retrato que, desde sus inicios, se convirtió en el mejor vehículo de expresión para ciertas inquietudes sobre el reconocimiento de su propia persona. Fue André Breton quien desde 1938 calificó la obra de Kahlo de surrealista, por lo que, en 1940, Las dos Fridas estuvo expuesta en la “Exposición internacional del surrealismo” organizada por la Galería de Arte Mexicano. Kahlo realizó esta obra a su regreso a México luego de su separación de Diego Rivera, con quien había vivido en Detroit, Michigan. En esta pintura en particular, observamos un desdoblamiento a partir de dos identidades: la Frida ataviada con un vestido blanco de encaje y bordados de herencia europea, y la vestida de tehuana, advocación correspondiente a la amada por Diego. Ambas tienen sus corazones expuestos y conectados entre sí: la primera corta con tijeras la arteria que mancha su falda blanca, mientras la otra sostiene un pequeño retrato de Rivera. La nubosidad del fondo confiere un ambiente de fatalidad a la escena. Esta pieza fue adquirida por el INBA directamente de la autora en 1947 y se asignó al MAM el 28 de diciembre de 1966.
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