México
15 de agosto de 1932
Mi niña encantadora:
Nunca podré explicarte la sensación tan grande que sentí al oír tu voz tan clara y tan bien que parecía que estabas a mi lado. Daba yo gracias a Dios y al hombre que descubrió el poder hablar a tan larga distancia. Todo lo que yo te diga es poco a la sensación que por primera vez en mi vida había yo sentido. Ese mismo día y a la misma hora me llegaron los retratos de ustedes. Por supuesto que todos querían uno de ellos y tuve que darles unos.
El domingo, vino el Sr. Allé. Estuvo con la señora y los niños, y les enseñé las fotografías. Le gustó mucho uno de los retratos de Diego y se lo llevó.
También estuvo aquí el compadre de Ixtacalco. Dice que ya se cumplieron otra vez las contribuciones. Importan treinta y cinco pesos. Tú me dirás si se los doy.
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