Una de las representaciones más frecuentes de la escultura románica es el grupo formado por la Virgen María y el Niño Jesús. La devoción mariana crece en el siglo XII favorecida por el culto que le rinden los monasterios cistercienses, esto provoca una eclosión de advocaciones y leyendas en cada territorio conquistado, consiguiendo el fervor de la población y la devoción popular. La Virgen de Agüero responde al tipo Trono de la Sabiduría, típico del siglo XII, con María entronizada como asiento del Niño que se muestra como la suprema sabiduría, ambos se conciben de manera independiente. La talla responde a los cánones del románico, siendo una imagen rigurosamente frontal, hierática, con la indumentaria típica de ese momento. La mano izquierda de María se presenta en actitud de proteger a su hijo sujetándole la pierna, mostrando cierto nivel de acercamiento entre ambos, rasgo de modernidad que se verá más acusado en las imágenes del siglo XIII. Destacan en su policromía los palos de oro y gules en ambos lados del trono que representan la señal de la casa real de Aragón.