En esta ocasión es María, la hija mayor del pintor, la retratada en el Paseo del Faro de Biarritz; nos ofrece la imagen de una mujer cosmopolita, elegantemente vestida de blanco. Algunos de estos retratos familiares al aire libre también fueron destinados a la venta, y el público de la época los reconoció, adquiriéndolos en muchas ocasiones. Al parecer los retratos de María solían tener especial éxito y la familia bromeaba con que era ella el sostén de la familia.
La constante fascinación de Sorolla por las modulaciones de la luz se evidencia en su gusto por los contraluces, tan difíciles de analizar en la realidad por el deslumbramiento que producen; este es uno de los más bellos ejemplos, con un efecto de luz reflejada, reverberante, sobre el agua, que llena la mitad del cuadro y compite con la figura de María, que por el efecto del contraluz aparece ingrávida, casi desmaterializada.