En el prólogo al lector de sus Novelas ejemplares, Cervantes dice que, al pie del retrato que le hizo don Juan de Jáuregui, debería poner lo siguiente: "Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies.” No olvida que “fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo."