El objeto a estudiar debe de ser suficientemente delgado y permitir el paso de la luz para ser observado a través de las lentes. Originalmente la luz del objeto se obtenía directamente de la luz solar incidiendo en el objeto, con el paso del tiempo el objeto se ilumina a través de la luz proveniente del sol o de una vela reflejada sobre un espejo plano o cóncavo.
Al comienzo, los espejos tenían una sola cara plana y posteriormente dos caras, una plana para trabajar con objetivos de bajo aumento y otra cóncava para objetivos de mayor aumento y con focos luminosos muy próximos y que podrían ser alternadas entre sí. Los espejos están sujetos por una armadura usualmente redonda que se fija por debajo de la platina para modificar su posición y que pueda girar para presentar una u otra cara.