Es un modelo de un navío de dos cubiertas y 58 cañones, completamente aparejado, con las gavias desplegadas y el resto del velamen aferrado. La proa es lanzada y abierta con mascarón de león coronado, pintado de purpurina dorada, fauces en rojo y ojos incrustados en marfil. Se trata de un modelo construido con gran esmero como se puede observar en los detalles del banco para la guardia colocado en la cubierta del alcázar, la carroza de paneles abatibles que protege la escotilla de bajada a la cámara de oficiales, el armario o bitácora de la cámara del comandante en el que se instalaba la aguja náutica que iba colocada a popa del palo de mesana y ahora se expone al lado del modelo, los coys estibados en las batayolas de las bordas en redes montadas en candeleros metálicos y cubiertas por lonas embreadas, y la preciosa decoración de la popa.
Con el nombre de Flora y porte similar sirvieron en la Armada tres fragatas: la primera, de 34 cañones, construida al parecer en Guarnizo en 1734, aunque es dudoso que existiera; la segunda Flora (a) Santa Rosalía de 24 piezas de artillería lo fue en La Habana en 1747 y permaneció en servicio hasta su pérdida en Cuba, el 26 de enero de 1768; la tercera, de 40 cañones, botada en Ferrol en 1795, duró hasta su desguace en Montevideo por Real Orden de 3 de abril de 1812. Si bien por las características del modelo sería una rara representación de navío de 58 cañones rebajado, al que se le han cerrado las portas de la batería baja para dedicarlo al transporte de pertrechos o al tráfico mercante realizado por las flotas de Indias.
A diferencia de las flotas que surcaron el Atlántico en los siglos XVI y XVII de un elevado número de bajeles, las del XVIII se caracterizaban por llevar normalmente de cinco a diez mercantes de 200 a 300 toneladas de arqueo, e iban escoltadas por dos o tres navíos de guerra, que solían montar 40 a 50 piezas de artillería y 60 a lo sumo. En general, se cumplimentó el reglamento expedido el 5 de abril de 1720 para el comercio con las Indias en galeones, flotas y navíos sueltos, que por ley establecía que la fábrica de estas embarcaciones debía de realizarse exclusivamente en astilleros españoles. Cubrían las rutas de ida y vuelta para intercomunicar los puertos de Cádiz, La Habana, Veracruz y Cartagena de Indias.