Monumento a los Héroes de Tarragona

Esta obra ocupa casi toda la vida artística del escultor, de 1910 hasta más allá de la muerte, ya que la realización final corrió a cargo de su discípulo Enrique Lorenzo Salazar. Un monumento basado en dos principios: la belleza y la armonía. Para la ejecución de esta obra realizó dos bocetos y una serie de estudios escultóricos preparatorios, todos de gran calidad. En el monumento, la figura de la mujer, símbolo y personificación de la ciudad, se presenta de pie, desnuda, esbelta, poderosa, sosteniendo sin demostrar esfuerzo, sus hijos —uno muerto, otro herido—; del brazo prende un largo manto que rodea el grupo en su parte posterior. El héroe muerto muestra su joven y hermosa desnudez que ha ofrecido en la ciudad como símbolo de todos aquellos que ofrendaron sus vidas para liberarla. El héroe herido, también desnudo, mantiene la tensión de su musculatura y con la mano derecha sostiene la espada. Este monumento trastornó la estatuaria pública en nuestro país no solo por lo que formalmente podemos ver en la presentación y el tratamiento de la desnudez de las figuras de forma magistral, sino por la capacidad de transformar el espacio público, un referente de la vida de nuestra ciudad. Cabe destacar que en esta obra el artista deja de lado la conmemoración de un hecho histórico mediante un relato historicista y anecdótico para buscar la interpretación del hecho mediante el lenguaje alegórico. Dejamos atrás soldados, trabucos y cañones para hacer hincapié en el hecho de que, en un asedio, es la ciudad y toda su población la que sufre, muere o es herida, más allá de que se trate de soldados o no. Este es el punto de inflexión de la obra de Julio Antonio: trasladar el sujeto de la representación del hecho bélico, del ejército y del soldado al conjunto de la población y a la ciudadanía. Antonio Salcedo