Se trata esta pintura de una característica del estilo y la iconografía del pintor en sus años postreros de aprendizaje formal, como uno de los primeros y más aventajados alumnos de la Escuela al Aire Libre de Chimalistac. El propósito que animaba a maestros y estudiantes era capturar el ?alma de México? en sus expresiones paisajísticas y humanas más ordinarias, alejadas de toda pretensión épica, y en un estilo ?moderno?, hecho de trazos muy libres, colores luminosos y un trabajo con el pincel y la espátula que reflejase la emoción subjetiva frente al modelo. En este cuadro no pasa otra cosa que el tiempo hecho piedra, adobe y madera. Sutiles trazos oscuros deslindan los contornos de los grandes bloques arquitectónicos. En su interior, el pintor ha extendido oleaginosas manchas de color para recrear las formas, los colores y las texturas de piedras y ladrillos, de enjarres desconchados y techumbres de tejamanil, logrando construir una superficie matérica perfectamente unificada, densa y de grato impacto visual. Vid. Fausto Ramírez, Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.