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Madre

Joaquín Sorolla y Bastida1895

Museo Sorolla

Museo Sorolla
Madrid, España

La mujer del pintor, Clotilde García del Castillo, reposa tras el parto de su hija menor, Elena, junto a ella en la cama. Las cabezas de ambas emergen entre las sábanas y almohadas.

La composición es mínima, minimalista diríamos hoy, estrictamente limitada a los escasos elementos figurativos que son las dos cabezas más la mano de Clotilde que busca a su recién nacida, y casi un solo color: el blanco, en todos sus matices. La precisión de Sorolla en describir la cualidad específica de la luz es, en este caso, extrema: la luz es una penumbra fresca que envuelve la escena como una bendición; tras los trabajos del parto, reina ahora el alivio, el descanso, la felicidad.

Además de ser un alarde técnico, es uno de los mejores ejemplos de la capacidad de Sorolla para transmitir mediante su pintura, mediante su manejo de la luz y el color, intensas sensaciones físicas y climas anímicos igualmente intensos; la emoción del padre-marido y la mirada del pintor se han fundido en esa luz tamizada que acaricia el mar de blancura donde emergen las dos cabezas, y el mundo entero desaparece ante la intimidad absorbente de ese momento de recogimiento.

Tanto la composición como el encuadre y el tratamiento pictórico son de una rotunda modernidad, cercana en este caso al modernismo catalán. La aparente economía de medios da lugar en realidad a un verdadero recital, un pezzo di bravura en el tratamiento del color. Sorprende su madurez técnica en una fecha tan temprana (1895 es la fecha del nacimiento de la hija), lo que ha llevado a suponer que el cuadro está pintado en una fecha posterior, sobre los apuntes realizados en el momento del nacimiento.

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