Pedro Linares y su familia, asentados a espaldas del Mercado Sonora en la ciudad de México realizaban diversos objetos para el ciclo anual festivo: piñatas para las posadas, judas para el sábado de Gloria, cascos, máscaras y figuras para los niños durante Corpus Christi, 15 de septiembre y Día de Muertos. Su legado más conocido es haber revolucionado la cartonería popular con la creación de los alebrijes, seres fantásticos formados por las partes de diversos animales.