En Los días de nadie se aprecia la figura de un rostro dramático. El gesto de angustia se acentúa por el contraste que marca el trazo infantil de un equino acompañado de una inscripción con la palabra caballo. La obra trabajada con amplias pinceladas y chorros de pintura aplicados directamente del tubo, reafirma el carácter gestual y expresionista de Galván.