Desde mediados de los años veinte, Diego Rivera introdujo alcatraces en sus cuadros,, que han sido asociados en su pintura con simbolismos fálicos. Con el tiempo, los alcatraces se convirtieron en un elemento constante de su pintura y, en especial, se ganaron el agrado del público y de los coleccionistas, quienes a veces solicitaban retratos propios o de familiares, acompañados por estas flores.
La presencia femenina está asociada a la flor; cualquiera que sea su posición social o económica, la relación siempre será la misma: la sensualidad y el erotismo vinculado a la mujer.
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