En Ninfas en el lago, Alice establece la trama de la obra a partir de las verticales de los árboles del primer plano, que se extienden en suite. Perpendicularmente, las horizontales nacen junto al borde del lago y se prolongan en el muelle para perderse en la orilla lejana. En este tejido, el blanco estridente de la casilla lleva la mirada al centro del escenario. Allí, cuatro mujeres, las ninfas que dan título a la obra, se distribuyen en una zigzagueante línea escalonada, creando una única secuencia de movimiento. Una quinta bañista apenas asoma a la derecha. Nuevamente, el equilibrio entre tonos fríos (el intenso azul del lago) y cálidos (en los cuerpos voluptuosos y desnudos) se integra en una amplia sinfonía de verdes, magníficamente trabajados. De este modo, el paisaje hace coro con la desinhibida sensualidad de las mujeres. Una pintura que habla más de Alice que sus bendecidos lienzos patrióticos.