En 1963, Andy Warhol anunció la ruptura de su compromiso con el proceso tradicional de creación estética. A partir de entonces, comenzó a utilizar como tema de sus obras imágenes impresas que encontraba en los periódicos y en la publicidad, y adoptó como medio la serigrafía. A finales de la década de 1970, Warhol se inspiró en sus primeros trabajos para realizar su serie Retrospectivas e Inversiones (Retrospectives and Reversals), en la que recuperó la iconografía de su período pop (latas de sopa, vacas, y personajes como Elvis o la Mona Lisa) para crear imágenes en negativo. Ciento cincuenta Marilyns multicolores, una de las obras más grandes de esta serie, está protagonizada por Marilyn Monroe, figura que apareció por primera vez en la producción de Warhol en 1962. Aquel año falleció la actriz, y el artista realizó numerosas pinturas serigrafiadas partiendo de una misma fotografía de la estrella de cine. La repetición de su rostro en esta pieza alude a la reproducción potencialmente ilimitada de cualquier imagen. La inversión cromática contribuye a dotar a la obra de un aspecto fantasmal y evocador, característica que define la última etapa de Warhol.
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