Según las crónicas medievales, el tesoro de la catedral compostelana llegó a albergar trescientas cruces de oro y plata, de las cuales han desaparecido la práctica totalidad, constituyendo, la llamada Cruz de Ordoño II, una de las excepciones.
Esta obra es en realidad, un relicario del Lignum Crucis, que debe su nombre a su atribución como ofrenda del Rey Ordoño II (914-924). Años después se descartó esta posibilidad, a partir de las caracerísticas estilísticas de la pieza, datándola entre los años 1060 y 1063. Se trata de una obra excepcional que cabe vincular a un taller de tradición renana activo en la corte leonesa en los años centrales del siglo XI y que, en años posteriores, habría de influenciar obras realizadas en talleres compostelanos.