Pauline Cushman luchaba por subsistir como actriz en un teatro de Louisville cuando, en 1862, se le presentó una nueva oportunidad: hacerse espía de la Unión. Entre encajes y lazos se infiltró en los campamentos del ejército confederado en Kentucky y Tennessee, donde su belleza y encanto le ayudaron a obtener valiosa información para el ejército federalista. Pero la actriz frustrada pronto resultó ser mala espía también. Empezó a despertar sospechas y finalmente la descubrieron en posesión de documentos secretos. El general Braxton Bragg la sometió a juicio y una corte militar la sentenció a la horca, a raíz de lo cual enfermó y la ejecución fue pospuesta. Entonces tomaron precedencia las operaciones militares y Bragg trasladó a su ejército, dejando atrás a Cushman. Rescatada por los yanquis en Shelbyville, Tennessee, llegó al norte rodeada de elogios y el presidente Lincoln le otorgó el rango honorario de mayor del ejército. Vistiendo su nuevo uniforme, Cushman se dedicó a dar conferencias sobre sus aventuras clandestinas tras las filas rebeldes.