Emilio se disgustó con el productor de La rebelión de los colgados y renunció, por lo cual llamaron a Alfredo B. Crevenna a quien en el avión le decían cuánto estaba filmado y más o menos cómo era. Mucho fue salvado por Figueroa, que entiende perfectamente todos los aspectos del cine del Indio. (Gloria Schoemann, Cuadernos de la Cineteca, núm. 4, 1976).