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Pedro I, emperador y defensor perpetuo de Brasil

Urbain Massard, según Henrique José da Silva1831

Palacio Nacional de Queluz

Palacio Nacional de Queluz
Queluz, Portugal

Jean Baptiste Urbain Massard, a partir de un dibujo de Henrique José da Silva
París, Francia, 1830 (finales) - 1831 (inicio)
Estampa, grabado a buril
750 x 535 mm
Inscripciones:
Peint par Silva – Grave par Urbain Massard // DOM PEDRO I. / IMPERADOR, E DEFENSOR PERPETUO DO BRASIL. / Pintado por Henrique Jozé da Silva, Pintor da Camara de S:M:I:, e Director da Imperial Academia, e Escola das Bellas Artes do Rio de Janeiro.

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  • Título: Pedro I, emperador y defensor perpetuo de Brasil
  • Descripción larga: Em agosto de 1820 eclosiona la revolución liberal de Oporto y los constitucionalistas, victoriosos, exigen el retorno de João VI. El rey vuelve a Portugal, contra su voluntad, el 26 de abril de1821, dejando a su primogénito al mando, en calidad de Príncipe Regente del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves. Más tarde, el 29 de septiembre, las Cortes de Lisboa ordenan la vuelta a Portugal de D. Pedro como tentativa de restablecer el pacto colonial, pero el príncipe decide permanecer en Brasil. El 9 de enero de 1822 – célebre día del “Fico” (“Me quedo”) – anuncia esta decisión y asume públicamente la defensa de la causa brasileña. El 13 de mayo recibe el título de Defensor Perpetuo de Brasil, todavía como Príncipe Regente, y en septiembre declara la independencia de Brasil. Entre la proclamación de la independencia y la promulgación de la primera Constitución (25 de marzo de 1824), transcurre un intenso periodo en el que se suceden importantes acontecimientos políticos que preparan el camino hacia la coronación de Pedro I como emperador constitucional de Brasil (1 de diciembre de 1822) y hacia el reconocimiento internacional de la autonomía de Brasil Imperio respecto a Portugal. La representación del joven emperador, en cuanto figura centralizadora del nuevo país soberano, comienza a ser usada por Pedro I a su favor, apostando en una producción de retratos grabados que funcionaron, a varios niveles, como imágenes de poder. La estampa del Palacio Nacional de Queluz se enmarca en este contexto y sus inequívocas fuentes visuales directas son los retratos mayestáticos de João VI (Jean Baptiste Debret, 1817) y de Pedro I (Henrique José da Silva, 1822-1825), este último pintado tras su aclamación como emperador en 1822. La obra de Henrique José da Silva llegaría a ser la representación oficial, en vestes imperiales, de mayor difusión, gracias a su reproducción en grabado de Urbain Massard. Mientras la tela del pintor portugués no presenta firma ni data, Massard sí cita el nombre y los títulos del retratista, como es posible observar en la estampa. En ambos retratos, de cuerpo entero, los monarcas son presentados de forma magnificente, vestidos con el manto, cetro, espada y corona con que fueron consagrados. Amplias cortinas y lujosos tejidos inundan la teatral composición, cuya arquitectura fingida de estrado, columna colosal y trono sirve de palco a la estudiada pose de los monarcas. Este modelo remite a la tradición retratística cortesana de los reyes franceses de la dinastía Borbón, cuya máxima expresión se encuentra en el retrato de Luis XIV (1701), de Hyacinthe Rigaud, paradigma de retrato áulico que se acabó por imponer en las cortes europeas del siglo XVIII, a lo largo del cual el retrato de corte evolucionó hacia la senda de una representación más natural y humana. No obstante, a principios del XIX reaparece con fuerza el arquetipo de la grandeur francesa, ejemplificada en los retratos propagandísticos en traje de coronación de Napoleón I (François Gérard, 1805; Jacques-Louis David, 1807), Luis XVIII (Jean-Baptiste-Louis Gros, 1817) y Carlos X (François Gérard, 1825), en sintonía con la iconografía de los grandes reyes del Antiguo Régimen europeo. La estampa de Urbain Massard reproduce con todo detalle las vestiduras, aderezos e insignias imperiales “con que [Pedro I] apareció en el acto solemne de Su Gloriosa Aclamación”. Todos los elementos interpretan su papel en la aparatosa escena, incluso la mesa en la que permanece intacta la corona, como dictaba la tradición sebastianista de la Casa de Bragança. Destaca la ausencia de gesto altivo, distante, aunque se mantiene la pose elegante, menos afrancesada respecto a los retratos anteriormente mencionados. Se podría pensar que la imagen construida para el primer emperador de Brasil se limita a seguir un modelo de retrato consistente con los códigos del absolutismo monárquico, pero los vientos de mudanza en los regímenes políticos vigentes, tanto en Europa como en el continente americano, también se dejan sentir en esta imagen de poder. Las novedades iconográficas se advierten en la indumentaria, concretamente en el exótico aspecto del manto y en la sustitución de los calzones (hasta debajo de la rodilla), medias y zapatos por pantalones con botas de caballería, incorporando lo militar en la retórica de poder y majestad del joven emperador. Conviene recordar que, anterior a la separación de Brasil del reino de Portugal, entre 1810 y 1828 se emancipan varias colonias de la América española, independencia consolidada tras prolongadas guerras, en las que resultaron decisivas las actuaciones guerreras y libertadoras del argentino José de San Martín y del venezolano Simón Bolívar. Líderes representados en pintura como héroes militares, con pantalón blanco, botas negras y espada, en los momentos de mayor prestigio personal. El estudioso y crítico de arte brasileño Mário Pedrosa, en 1955, destacó la asociación “manto real-botas militares” como elementos innovadores en la iconografía de Pedro I, presentes en las pinturas de Henrique José da Silva (Pedro I en traje mayestático, 1822-1825) y de Jean Baptiste Debret (Coronación de Pedro I, 1826). Las noticias recogidas en el Diario Fluminense (25 de mayo de 1824, 27 de junio de 1825 y 16 de marzo de 1831), periódico publicado durante el gobierno de Pedro I, informan que el grabado fue un encargo de Henrique José da Silva – pintor de cámara de Su Majestad Imperial y director de la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro – a Urbain Massard, “el mejor artista de este género en París”, célebre por su virtuosismo en el grabado a buril, técnica ya coexistente con el procedimiento litográfico (más rápido y barato) y estimada por su asociación con la estampa culta, académica y oficial. Domingos Borges de Barros, Vizconde de Pedra Branca y representante de Brasil en la corte francesa, fue el intermediario en esta iniciativa. En junio de 1825, el dibujo que sirvió de base fue llevado a París de la mano del diplomático, pese a no contar aún con los 40.000 francos pedidos por Massard. El grabado, impreso sobre papel velin, llegó a Brasil años más tarde, en marzo de 1831 (días antes de ser colocada a disposición de los suscriptores en el anuncio de 16 de marzo), también a través de Borges de Barros. Esta dilación en la entrega del trabajo se debió a la dificultad en reunir el valor necesario para costearlo, el equivalente a 6.400.000 reales de la época (1 franco equivalía en esos años a 160 reales). El pagamento de esta encomienda fue posible mediante un sistema de suscripción – iniciado por el pintor en mayo de 1824 – con sede en la “casa del Imperial Museo”, residencia y lugar de trabajo de Henrique José da Silva donde, una vez llegada la estampa, se puso a la venta por 20.000 reales, para “las personas de gusto decidido por la perfección de las Bellas Artes” y “a fin de […] rivalizar con las mejores estampas que se han publicado de los Monarcas de Europa, así como el Augusto y Adorado Original [Pedro I] rivaliza en […] Virtudes y Hechos con los primeros Héroes que han merecido respeto por sus gloriosos gobiernos y la admiración del Universo.”. Algunos ejemplares Avant la lettre (pruebas antes de grabar o dibujar la letra), estampados sobre papel de china, también pudieron ser adquiridos en la casa del Museo Nacional de Brasil. Ironía del destino, poco después de llegar a su fin una aventura editorial que pretendía inmortalizar la figura imperial de Pedro I, éste abdica de la corona a favor de su hijo (futuro Pedro II), adopta el título de Duque de Bragança y parte hacia Europa con el objetivo de defender los derechos dinásticos de su hija Maria da Glória (Maria II) al trono de Portugal. SOBRE HENRIQUE JOSÉ DA SILVA (Lisboa, 1772-Río de Janeiro, 1834) Nacido en Lisboa, fue discípulo de Joaquim Manuel da Rocha y de Pedro Alexandrino. En 1819 parte rumbo a Brasil, donde ejerce como profesor de dibujo y Director de la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro hasta 1834. Pocas son las obras pictóricas que se conocen de su autoría. Por ejemplo, los retratos del senador João Antônio Rodrigues de carvalho (Museo Nacional de Bellas Artes, Río de Janeiro) y del emperador Pedro I (Museo Imperial, Petrópolis), este último tornado célebre gracias a la difusión de las estampas de Urbain Massard. El Museo D. João VI de la Escuela de Bellas Artes de la Universidade Federal de Río de Janeiro posee una amplia colección de dibujos, de gran calidad, firmados por el artista: 82 dibujos de anatomía, 24 academias, 9 copias de pinturas europeas, sobre todo italianas, y 10 dibujos de ornatos, la mayoría ejecutados en crayón o carboncillo, probablemente usados como material didáctico en sus clases de dibujo. SOBRE JEAN BAPTISTE URBAIN MASSARD (París, 1775- Viry-Chatillon, 1843) Su primera formación como grabador la recibió en el entorno familiar, con su padre Jean Massard, miembro de la Academia Real de Francia, y con su hermano Jean Baptiste Louis. Participó en el Salon de París entre 1798 y 1822, donde obtuvo una medalla de segunda clase en 1810 y de primera en 1817. Recibió el título de Caballero de la Legión de Honor en 1824. Entre las mejores obras de su producción se encuentran reproducciones de pinturas célebres y retratos a partir de Van Dyck y Rembrandt.
  • Creador: Urbain Massard, según Henrique José da Silva
  • Fecha: 1831
  • Lugar: París, Francia
  • Rights Information: Fernando Montesinos
  • Image Rights: © PSML | Foto: Paulo Cintra & Laura Castro Caldas, 2014
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