En las llanuras del Caribe colombiano se combinan los más diversos paisajes surcados por ríos y ciénagas, el hábitat de numerosas y variadas especies. Las poblaciones zenúes desde el 200 a.C. hasta aproximadamente el 1000 d.C. dejaron constancia de la riqueza, variedad y emoción que generaban los animales de su entorno al representarlos en su orfebrería, en arcilla, en hueso, en piedra y en concha. Para estas sociedades la fauna no sólo cumplió un importante papel dentro de la dieta y la economía; las diferentes especies acuáticas, terrestres o del aire, fueron también símbolos religiosos y políticos. Una característica de las representaciones animales efectuadas por los zenúes fue el naturalismo y detalle con el que reprodujeron los animales de su entorno.
En este colgante elaborado por el método de la cera perdida en tumbaga, el orfebre se esmeró en detallar los bigotes, aletas y piel del coroncoro amarillo (Hemiancistrus wilsoni) a tal punto que el pez parecería a punto de salir nadando. Para darle más realismo a la representación de la piel, el artesano pulió el alto relieve y dejó los surcos sin tocar de manera que el contraste produjera el efecto de la piel brillante y flexible de estos peces, con grandes placas. La cabeza grande y triangular contrasta con el cuerpo delgado de este pez gato de grandes ojos redondos que en la oscuridad recorre el fondo de los cuerpos de agua, explorándolos con sus bigotes y succionando con su boca redonda ubicada, como en ese ejemplar de oro, bajo el cuerpo. JSS