El Caribe, un mar lleno de pequeñas islas imposibles de defender por los españoles, fue un lugar de fácil colonización por parte de ingleses, franceses y holandeses durante el siglo XVIII. Estas islas sin un gobierno estable, como Jamaica o Tortuga, se convirtieron en lugares idóneos para el contrabando y el asentamiento de piratas y corsarios.
La isla de Tortuga, que recibió su nombre de Cristóbal Colón por la forma de sus colinas, fue un emplazamiento legendario de estos contrabandistas. Allí recalaron bucaneros y filibusteros más o menos organizados desde islas como La Española o Jamaica.
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