El autor plasma a través de esta pintura la coexistencia en el puerto de Barcelona de embarcaciones con propulsión mecánica, y los grandes veleros mercantes. La instalación de las primeras máquinas de vapor anunciaba el final de la vela, pero durante muchos años los vapores tuvieron que conservar los aparatos para suplir los fallos de la máquina, con lo que dieron paso a un nuevo tipo de barco, el vapor mixto.