Carlos Mérida había nacido en Guatemala, pero se consideraba mexicano. De ascendencia española y maya, proyectó la mixtura de su identidad europea y americana en su obra plástica. Como pintor exploró gran variedad de técnicas y materiales. De viaje por la Europa de las vanguardias, se interesó por la abstracción y el arte constructivo. Las obras de Pablo Picasso, Amadeo Modigliani y Vassily Kandinsky llamaron su atención particularmente. A su retorno a México se vinculó con muralistas como Diego Rivera y participó del movimiento realizando importantes obras públicas. Sin embargo, a diferencia de las de sus colegas, sus pinturas se acercan más a la abstracción que a los motivos figurativos. Mérida tuvo también una importante trayectoria dentro de las artes escénicas: fue escenógrafo y vestuarista y el primer director de la Escuela de Danza de México. Tal vez de aquel interés por los escenarios provenga su vínculo con la actriz Berta Singerman, que derivó en este pequeño retrato realizado en óleo sobre tela. Con un lenguaje moderno y cierta tendencia a la geometrización de los rasgos, Mérida capta con sutileza la expresión potente y melancólica de esta reconocida actriz y cantante.
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