En esta obra realizó Gutiérrez de la Vega el retrato de medio cuerpo, de tres cuartos a la izquierda, de una señora de avanzada edad, ataviada con un traje negro que contrasta con el blanco encaje de los puños, y cubre su cabeza con un gorro de encaje transparente sujeto bajo la barbilla con una lazada de raso blanca y rosa.
Entre las manos cruzadas sostiene unos lentes y un pañuelo blanco. La sobriedad cromática, unificada en tonos cálidos, acrecienta la sensación de dignidad y de cierta tristeza que trasciende la efigiada, a través de su expresiva mirada. La técnica empleada por el pintor es excepcional: las calidades de las diferentes texturas y los matices del austero cromatismo están trabajados con una exquisita sensibilidad que nos remite tanto a Goya como a Sir Joshua Reynolds. La pincelada es larga, cargada, concisa y fluida. La transparencia y limpidez de los colores es tanto más llamativa cuanto que resulta más difícil de reflejar en una gama como la empleada en esta obra. Aunque no existe total certeza sobre la persona retratada es posible que se trate de Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero.