Este proyecto de instalación –conformado por diversas piezas escultóricas, fotográficas, infografías y un video– consiste en un plan detallado para destruir, junto con todos sus contenidos, el Museo Nacional de Antropología de México. Este edificio, concebido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez durante el periodo presidencial de Adolfo López Mateos, fue inaugurado en Chapultepec en 1964, donde permanece hasta nuestros días.
Al proponer la destrucción del museo que resguarda el acervo prehispánico más importante de México, y que es también uno de los tres recintos museísticos más visitados del país, el artista señala cómo el rescate del patrimonio arqueológico y la representación oficial del pasado prehispánico, así como la majestuosidad de la institución, contrastan con la marginalidad, violencia y explotación que viven los pueblos indígenas en el presente. Además, el proyecto critica la historia oficial y conformación identitaria del país –realizada desde una perspectiva y una política cultural centralista–; el saqueo arqueológico que ha realizado el Estado mexicano a comunidades de todo el país en nombre de la identidad y el patrimonio nacionales; así como la política ejercida por el PRI y sus principales actores durante el siglo XX mexicano.
Para el espacio expositivo, la pieza considera una serie de elementos donde se presenta de manera metódica, asesorada por expertos en ingeniería y demolición, el plan detallado para la destrucción del museo, así como una serie de ruinas y procesos destructivos que subrayan hitos de la historia de esa institución y la cuestionan activamente.
Además de en una amplia investigación arquitectónica, técnica, histórica y antropológica, la demolición propuesta por Abaroa se sustenta en las ideas anarquistas de Mijaíl Bakunin, particularmente en el texto Dios y el estado, de 1871, en el cual se aboga por la “destrucción creativa” como una manera de abolir los órdenes sociales y las políticas existentes. De igual forma, confluyen en este magno proyecto, entre muchos otros, el legado irredento del dadaísmo, la iconoclasia futurista, la herencia de la crítica institucional y las ideas de Ben Vautier –artista vinculado a Fluxus que exhibió una cajetilla de cerillos con la cual debían incendiarse todos los museos.
Este proyecto cuenta con una publicación que documenta y expande los contenidos que lo conforman, intitulada Destrucción total del Museo Antropología, editada por el Museo Amparo y Athénée Press en el año 2017.
Proyecto de demolición - Infografías y maqueta
Una parte de la pieza consiste en numerosas infografías y una maqueta en las que se detalla el plan de demolición de todos los edificios y elementos que conforman el museo. Este plan considera la maquinaria y los materiales necesarios para llevar a buen fin este proyecto, el lugar de entrada y salida de las máquinas y el cascajo, los tiempos y fases requeridas para cada área, los detalles y necesidades técnicas de cada proceso, así como los materiales que podrían ser reciclados y reutilizados. Todas las operaciones buscan aminorar el daño ambiental y garantizar la seguridad de todos los trabajadores involucrados.
Vidrio
Esta pieza permite vislumbrar cómo todas las puertas y ventanas de vidrio del MNA tienen un motivo prehispánico de color verte y amarillo. El arquitecto Ramírez Vázquez señaló que este material –que recuerda a la arquitectura modernista de Le Corbusier–, permite atraer de manera eficaz a los caminantes del bosque de Chapultepec. El vidrio es un material que se usa para dividir el interior del exterior del museo, así como unas salas de otras. También se encuentra presente para la protección de las piezas y para resguardar las salas etnográficas del segundo piso.
El vidrio es fácilmente reciclable y, debido a que los fragmentos de este material podrían salir expulsados a gran velocidad por el uso de máquinas y explosivos, lesionando a los trabajadores, tendría que ser retirado en su totalidad antes de comenzar con la demolición.
Lingote de Aluminio
Un elemento sobresaliente del MNA es la celosía de aluminio diseñada por el artista mexicano Manuel Felguérez que se extiende por las ventanas de la sala alta del edificio. Titulada Uxmal, esta obra, que emula la forma de una serpiente, fue comisionada teniendo en consideración el esplendor maya. En términos prácticos, se trata de un elemento que ayuda a regular la entrada de la luz solar de las salas etnográficas del segundo piso.
Felguérez fue uno de los artistas contemporáneos al proyecto que donó o realizó obras para el museo. Entre otros, éste alberga también trabajos de Leonora Carrington, Rufino Tamayo, Carlos Mérida, José Chávez Morado y Fanny Rabel.
El aluminio que conforma estas obras también puede reciclarse en su totalidad para que con él sean fabricados nuevos productos.
Escombros
Esta fotografía de gran formato, así como la serie de objetos amontonados sobre el piso, ofrecen una visión fragmentaria del hipotético proceso de destrucción del MNA. Entre los residuos que yacen sobre el suelo es posible observar numerosos detritos de distintas partes del museo y las colecciones que resguarda, como una cabeza de serpiente, un equipal, placas de mármol, artesanías, una guía impresa, artículos de la tienda, fragmentos de concreto y roca, un pedazo de una escultura de Mictlantecuhtli, así como diversas vasijas, tepalcates y otros objetos prehispánicos.
Columnas - cemento expansivo
Un elemento emblemático del MNA es el “paraguas” que construyó Ramírez Vázquez en el patio central del recinto, el cual es sostenido por una resistente columna de concreto. El método más efectivo de destrucción de dichas columna es el cemento expansivo. Para esto, sería necesario perforar la estructura central y depurar en el hueco una solución, la cual después de secarse se expande y fractura la columna entre 10 horas y 2 días después.
Fuego y madera
El MNA tiene un área de construcción total de cuarenta y cinco mil metros cuadrados. Treinta mil están dedicados al espacio expositivo y el espacio restante a diversos servicios. Una celosía de madera en forma de “X” divide el vestíbulo principal de las otras secciones, como la biblioteca. Ramírez Vázquez se inspiró para esta solución en conventos católicos antiguos, en los cuales las monjas, para no ser vistas, debían escuchar misa detrás de una celosía, desde un compartimiento situado junto de la nave principal del templo.
Como es el caso de estas celosías de madera, el uso del fuego sería necesario para lograr una completa desintegración de distintos elementos del museo.
Video - explosivos
El proyecto desarrollado por Pedro Ramírez Vázquez, contempló desde sus inicios la inclusión de una escultura monumental sobre Paseo de la Reforma que serviría como ícono del museo: el gran monolito de Tláloc que permanece ahí hasta nuestros días. Aunque esta pieza es identificada generalmente con el Dios de la lluvia, es sin embargo una representación de la diosa Chalchiuhtlicue.
Cuando se anunció su extracción de la localidad Coatlinchán (Estado de México), de la cual es originaria, los habitantes impidieron en un primer momento que se la llevaran. Fue sólo gracias a la intervención del ejército mexicano y al respaldo del presidente Adolfo López Mateos, que la efigie de la deidad pudo ser transportada a la capital del país. Para esto, fue utilizado un complejo sistema de transporte que fuera capaz de soportar las 167 toneladas de piedra. Es sabido que cuando entró a la ciudad, el “Tláloc” desató una lluvia portentosa en toda la ciudad, provocando una gran sorpresa a la ola de personas que se agolpaban por presencia la entrada de la deidad.
Rodeadas de mitos e historias, esta escultura prehispánica no sólo se convertido en un emblema de este recinto, sino del patrimonio y la identidad mexicanas en general. A lo largo de más de medio siglo, la efigie se ha multiplicado infinitamente y ha aparecido en un sinfín de cómics, playeras, llaveros, peliculas, memes y souvenirs turísticos.
La destrucción explosiva del monolito que imagina Abaroa, cuestiona directamente la idea del patrimonio y la identidad nacional, al tiempo que desata preguntas sobre el despojo de los pueblos originarios ejercido por parte del Estado Mexicano.
EKA, junio 2020