El viaje hacia Manila zarpaba entre marzo y abril, y duraba cerca de 3 meses; mientras que el regreso debía iniciar a más tardar en julio, demoraba de 5 a 7 meses y era un recorrido arriesgado, que atravesaba por peligrosas zonas oceánicas y por inclemencias climáticas, en el que muchas personas arriesgaron e incluso perdieron su vida. A lo largo de los 250 años de vida de esta ruta, hubo galeones que experimentaron viajes tortuosos, que naufragaron o que fueron tomados por corsarios y piratas, quienes se quedaban con los botines de mercancías o de plata. La construcción de los barcos si bien se inició en los astilleros novohispanos, con el tiempo, se continuó en Filipinas; además, estos barcos fueron incrementando sus dimensiones para poder traer más mercancías.
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