Este joven –cuyo nombre real ignoramos– vivió en la Hacienda de Calandaima, y también en el Claustro.
Según el Acta de Consiliatura de 1697, estaba enfermo de lepra y el Rector y los Consiliarios decidieron venderlo, de manera a “convertir el dinero que den por él en mulas”. Su caso ilustra la violencia asociada a la esclavización, así como el desprecio por las vidas de las personas afrodescendientes que prevalecía en algunos sectores.
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