Desde sus primeros años en Uruguay hasta el final de su carrera en España, el dibujo constituyó un medio de expresión fundamental para Pablo Serrano, en paralelo a la creación de sus esculturas. Este dibujo corresponde a la serie escultórica "Hierros" que realizó entre 1956 y 1962, soldando trozos metálicos encontrados y añadiendo otros materiales de desecho, dentro de su idea de la ordenación del caos. La piedra atrapada entre dos fauces parece reflejar la lucha del hombre contra ese poder destructivo de la fuerza de la naturaleza que tanto le impresionó en su visita a Herculano y Pompeya, tras regresar a España después de su etapa americana.