La escultura de Daniel Buren, inaugurada con ocasión del Décimo Aniversario del Museo, logra que la estructura del Puente La Salve sea menos brutal pero más visible. Para ello, el artista diseñó una pieza vertical perpendicular al mismo y recortada por tres círculos situados a igual distancia unos de otros. La obra crea un gran círculo central que enmarca la carretera, y genera dos semicírculos más que se completan con su reflejo en el agua y su prolongación en el aire. La superficie de la estructura es de color rojo, mientras que los bordes exteriores e interiores de los arcos están cubiertos por bandas verticales que alternan el negro y el blanco. Estos bordes están fabricados en un material translúcido, que por la noche permite visualizar una serie de juegos de luz verticales que entablan un diálogo con los vehículos que discurren por la calzada del Puente. El artista tuvo muy en cuenta las características del contexto para la creación de esta pieza. La primera es la ubicación de la obra sobre un puente que da acceso al centro de la ciudad. La segunda es la propia presencia del Museo, cuya arquitectura conjuga formas curvas y verticales, que encuentran su eco en la verticalidad de los bordes externos de la estructura y en las curvas de sus círculos. La tercera es la presencia del titanio y el reflejo que la estructura produce en él. La cuarta es la ría del Nervión, que refleja la obra y la prolonga en la superficie de sus aguas. La quinta, y última es la circulación del tráfico por el Puente, que produce fugaces juegos de luz.