El artista contemporáneo El Anatsui (Anyako, Ghana, 1944) lleva seis décadas depurando un lenguaje plástico que trasciende la división entre cultura y medio. Anatsui es reconocido principalmente por sus singulares esculturas de metal que hunden sus raíces en formas artísticas tradicionales africanas y muestran un personal enfoque de la escultura desarrollado a través de una estética contemporánea global. Su asombroso proceso técnico está imbuido de conceptos relacionados con la historia de África anterior y posterior a la colonización. En el centro de su trabajo se sitúa la reflexión sobre el impacto que las fuerzas globales colonizadoras y poscoloniales han ejercido en las culturas africanas, y sobre la dualidad entre las cualidades de resiliencia y fragilidad, tanto en las personas como en la naturaleza.
Según ha afirmado El Anatsui: “Consciente o inconscientemente, el artista siempre busca nuevas formas de presentar viejas ideas […] un nuevo medio, o un proceso nuevo, o una idea nueva que surge de manera orgánica”. 1998 el artista encontró por casualidad una gran cantidad de tapones de botellas de licor desechados. La ardua labor de aplanar este material, de retorcerlo, aplastarlo y posteriormente coser los elementos de aluminio entre sí con hilo de cobre se llevó a cabo con un equipo de ayudantes de estudio. Las primeras esculturas realizadas con aluminio procedente de botellas de licor se exhibieron en 2002. Desde entonces, con la intención de ampliar su práctica, Anatsui ha continuado innovando este medio a través de la incorporación de otros materiales posconsumo, como tiras metálicas empleadas en el sellado de botellas, latas de leche evaporada o planchas de impresión.
Para realizar Mar creciente, el artista empleó a personas de toda Nsukka, en Nigeria —donde reside y trabaja—, que entretejieron las cápsulas de los tapones de botellas de licor que conforman la mayor parte de la escultura, formando parte de un proceso colectivo que duró cerca de un año. Los tres grandes paneles resultantes se unieron para formar una única y amplia superficie en la que la luz se refleja en cascada.
Mar creciente es una de las últimas piezas de Anatsui y una de las de mayor tamaño. La franja de tono plateado reluciente de la parte superior de la obra evoca un cielo interrumpido por olas de un blanco mate que prácticamente cubren las escasas marcas de color de la parte inferior, que sugieren un horizonte urbano. La serena armonía visual contrasta con el título, Mar creciente, que nos recuerda —o tal vez nos alerta al respecto— que la naturaleza y las civilizaciones pueden quedar transformadas en un instante. La gran escala de la obra es por lo tanto una metáfora de la enormidad del cambio climático.