Mediante esta obra, Battistuzzi muestra uno de los edificios más emblemáticos de la fachada marítima de la ciudad: el edificio de las Reales Atarazanas. Las Reales Atarazanas fueron concebidas como un arsenal de galeras, es decir, como un espacio de construcción, reparación y mantenimiento naval, así como de servicio para la flota de guerra de la Corona de Aragón. En este edificio se construían galeras, pero también se invernaban en él y se almacenaban aparejos, cordajes, armas, víveres, etc. Este primer uso es lo que explica la estructura arquitectónica del conjunto.
El uso de las Reales Atarazanas como arsenal se mantuvo hasta la primera mitad del siglo XVIII, concretamente hasta la abolición del Cuerpo de Galeras, en 1745. A partir de ese momento pasó a ser un edificio dedicado a usos militares: fundición de cañones, cuartel, maestranza y parque de artillería; hasta 1935, cuando el ejército cedió la gestión de las instalaciones en la ciudad. Actualmente el edificio alberga el Museu Marítim de Barcelona.