Santa Inés

La necesidad, por parte de la Iglesia católica, de difundir las virtudes de las principales santas de la Cristiandad, proponiéndolas como ejemplo a seguir, determinó la creación en los obradores sevillanos de mediados del siglo XVII de una gran cantidad de pinturas con estos prototipos femeninos. Generalmente se las representa de cuerpo entero, elegantemente vestidas, siempre jóvenes y bellas y portando sus atributos simbólicos para poderlas identificar con facilidad. Estas series se realizaron formando conjuntos de seis, ocho y doce que se vendían en el mercado sevillano o bien se enviaban al Nuevo Mundo, donde servían como adorno en las grandes mansiones. Pero también tuvieron una función catesquística. Estas pinturas se colocaban, a veces, encastradas en los muros laterales del templo, formando procesiones hacia el altar mayor y componiendo una transposición barroca de los mosaicos paleocristianos.

En este lienzo se representa a Santa Inés de pie, de tres cuartos de perfil. La cabeza de castaños cabellos, levemente baja, se gira para mirar al cordero que porta en su regazo mientras sostiene con ambas manos un libro. El ropaje es sencillo y de apagados colores: el vestido es rojo burdeos y el manto que la envuelve a manera de toga, de un suave amarillo, colores que encajan con las tonalidades verdosas del fondo. La luz penetra por la derecha iluminando la figura.