Centra la composición la figura de San Antonio de Padua, que, de cuerpo entero y de rodillas, se inclina levemente hacia adelante para rodear con su brazo izquierdo al Niño. Este, sentado sobre un libro, lo acoge mientras con su mano derecha le muestra el cielo. En la parte superior, en rompimiento de Gloria y llenos de luz, destacan un grupo de ángeles niños jugando entre ellos. El santo viste el hábito franciscano y porta en su mano derecha una rama de azucenas, símbolo de pureza.
La composición, aunque es típicamente barroca, está tratada con gran delicadeza y equilibrio. Las dos figuras principales destacan sobre un fondo oscuro por el tratamiento lumínico teatral que hace centrar nuestra atención en ellas.