Con motivo de la renovación en 1634 de la Capilla de San Bruno, en el llamado Claustro de San Miguel de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, se encarga la hechura de esta talla a Juan Martínez Montañés, que con su elegancia característica, realiza una talla sobria que conjuga a la perfección la esencia del retratado, impulsor del eremitismo como camino hacia la santidad, y de los principios cartujos del silencio, la soledad y la asuteridad.
Bruno de Colonia es representado de cuerpo completo y casi a tamaño natural, en pie, vestido con el hábito de la orden, la cogulla, de pesados y ampulosos pliegues que sugieren la reciedumbre del tejido, y cuyo estofado en oro, contratado, junto con la policromía, con un pintor desconocido en 1.500 reales de vellón, subyace hoy bajo el blanco maitzado del hábito.
La contención de la figura se rompe con la curvatura imprimida por la flexión de la rodilla derecha. Sostiene con delicadeza en su brazo izquierdo un libro, en referencia al papel de inspirador de las normas cartujas, codificadas en sus Estatutos, y alza en el otro brazo el crucifijo, hacia el que dirige la mirada, tremendamente emotiva y llena de espiritualidad.