Durante los siglos XV y XVI, estas pinturas de tamaño mediano o pequeño con asuntos religiosos fueron frecuentemente utilizadas para el ejercicio de la devoción privada. En ellas, el espectador devoto encontraba un modelo espiritual que guiara su comportamiento y religiosidad. San Jerónimo fue uno de los más populares, e imágenes como esta se hicieron muy habituales en el norte de Europa a partir de la segunda mitad del siglo XV. En ella vemos a San Jerónimo en penitencia: sin su ropa de cardenal, acompañado del león al que auxilió, arrodillado ante una imagen de Cristo crucificado y sujetando una piedra y un látigo de tres lenguas, con los que se ha estado golpeando. El dramatismo de la escena contrasta con la belleza del paisaje, con delicados detalles como las piedras preciosas que salpican la ribera del río: son las gemas que, según la Biblia, arrastraba el río Pisón, uno de los cuatro del Paraíso.
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