Murillo trató este tema iconográfico en numerosas ocasiones, que fue ampliamente difundidos en el arte cristiano de los siglos xvii y xviii. Son conocidos los elogios que han causado sus imágenes del Niño Jesús de angelical belleza y la particular intensidad de la figura de José. En la túnica de este Niño se manifiesta el pintor como un magnífico colorista al utilizar las sutiles tonalidades rosas de manera hábil. Esta admirable representación de la infancia de Jesús mantiene grandes semejanzas con uno de sus lienzos más famosos, el Buen Pastor del Museo Nacional del Prado, obra realizada por las mismas fechas, con la que comparte la técnica pictórica y la naturalidad en el rostro del Niño, que nos evoca, a su vez, su reconocida capacidad para el retrato.