Luis de Tolosa, segundo hijo del rey Carlos II de Nápoles y Sicilia, estaba en la línea de sucesión al trono. Las batallas de ese reino con la corona aragonesa lo llevaron a pasar un tiempo como prisionero en la península ibérica, donde mantuvo contacto con la orden franciscana. De regreso en Italia, y a la muerte de su hermano mayor, fue postulado como heredero, pero su profunda religiosidad le hizo abdicar en favor del hermano menor, al tiempo que profesó los votos franciscanos. Testimonio de ese rechazo es la corona y el cetro que tiene a sus pies como atributo.