Esta escena representa a María Magdalena de cuerpo entero, sentada en medio de un paisaje, a la entrada de una cueva. El cuerpo de la santa traza una diagonal en la que los pies quedan en la parte inferior izquierda y la cabeza se desplaza levemente hacia la derecha del centro de la composición, elevando la mirada, y alzando el brazo hacia atrás en actitud sorprendida, llevando su mano derecha hacia el pecho. Junto a ella, en el ángulo superior izquierdo, dos ángeles sujetan la vasija de óleo perfumado, principal atributo de María Magdalena, mientras que en la zona inferior derecha aparece otra pareja de ángeles que juegan con una calavera.