Escultura que formaría parte del retablo encargado a Forment en 1520 para la capilla mayor del convento de Santo Domingo de Zaragoza. Representa a San Onofre, santo anacoreta de Egipto muerto hacia el año 400. De magnífica talla destaca la expresividad de su rostro, que se complementa con la rizada barba y larga cabellera que le cae hasta los tobillos, va ataviado con un faldellín tejido en hiedra, uno de los atributos que le identifica. La figura se muestra en ligero contraposto que le confiere recogimiento y gravedad. El estudio anatómico que marca la musculatura de su cuerpo y su resolución denota un profundo conocimiento del artista en las técnicas renacentistas.