San Quintín fue un mártir romano que fue torturado de diversas maneras: se le sujetó en el potro para atravesarle con dos largos clavos el cuerpo mientras le introdujeron diez tachuelas entre sus uñas. Esta cruel escena es representada en un entorno que retrata el siglo XVI español: los jubones acuchillados, sayales y tocados fueron la moda de ese momento.
Al reverso de la pieza puede verse una grisalla que monocromáticamente da una sensación escultórica a la Virgen con Niño. Es singular el detalle de cómo éste, de manera lúdica, se lanza por la llave que le ofrece San Pedro.